Las madres no dormimos,
nuestros telómeros se acortan
mientras trenzamos el tapiz infinito
de las noches en vela.
La culpa
por el cambio climático,
por la maldad del mundo,
por cuando te raspaste la rodilla en la acera
y yo no miraba,
nos mantiene despiertas.
Noches de humidificador,
de teta fuera,
pesadillas ancestrales,
delirios febriles,
bailes de san vito
que no hay quien calme.
¡Ay qué bonito que es
esto de ser madre!
Las madres no dormimos,
nos quedamos traspuestas,
puestas ahí atrás,
al final de la cola,
para cuando nos toca,
el señor de la arenilla
se ha quedado ya sin reservas.
Las madres no dormimos,
pero ¡Ay! no quejes mujer
que la vida es breve
verás como lo acabas echando de menos
cuando menos te lo esperes.